Texto de Alejandro Pérez Ordóñez
Fotografías de © Rafael Galán García

Seguimos en Granada, y en esta ocasión vamos a visitar y conocer el Palacio de Dar al-Horra (o Daralhorra), en el Albaicín.


A las espaldas del convento de Santa Isabel la Real se encuentra este palacio perteneciente a la familia real nazarí. Fue construido sobre una huerta de la que era dueña la princesa Fátima, futura esposa de Muley Hacén y madre de Boabdil.


Ya residía Fátima en esta casa cuando, según las crónicas cristianas, se produjo el adulterio del sultán con doña Isabel de Solís, por lo que el monarca decidió separar a ambas mujeres y habilitar una vivienda próxima para su amante. Estas noticias, aunque de carácter novelesco, nos permiten datar el inicio constructivo del edificio.


Tras la conquista castellana pasó a formar parte del conjunto conventual de Santa Isabel la Real, fundado en 1501 por Isabel la Católica, sufriendo importantes reformas. Pero no es este el único ejemplo de conservación de residencias islámicas por su integración en conventos cristianos, como queda demostrado por la casa nazarí de Zafra o el Cuarto Real de Santo Domingo.


En 1922 fue declarado Monumento Histórico-Artístico, siendo propiedad del Estado desde 1930. Ha sido modificado y restaurado tras varias reformas sucedidas a lo largo del siglo XX, interviniendo arquitectos como Leopoldo Torres Balbás, Francisco Prieto Moreno o Eduardo Jiménez Artacho.


Actualmente el acceso al palacio lo hacemos a través de un jardín resultante de las intervenciones de Torres Balbás. Se dejó exento al derribar varias casas, excepto una de ellas que conservaba una armadura de madera del siglo XVI, desaparecida tras la reforma de la vivienda del guardia en 1941. A través de un vano de época mudéjar se accede al patio, aunque se conserva la impronta del vano original de acceso en la fachada de poniente.


El eje del patio estaba ocupado por una alberca rectangular con una fuente hexagonal de cerámica en uno de sus extremos. La alberca original tenía una disposición anómala, en el cuadrante suroeste del patio, para aprovechar un aljibe preexistente y aún conservado. La nueva alberca fue colocada durante la restauración de 1941 sin respeto alguno por la original.


El pórtico norte se levanta sobre dos columnas de mármol blanco con capiteles cúbicos nazaríes. Los arcos de medio punto peraltados que soportan fueron restituidos por Leopoldo Torres Balbás, al igual que los del pórtico sur, pero conserva el alfarje de madera interior con labores decorativas y restos de pintura.


Mediante un arco peraltado con tres ventanillas superiores entramos a la sala, donde encontramos el alfarje y el arco de la alhanía. Del mirador abierto con ventana geminada la única pieza original es la armadura ataujerada que lo cubre. Este mirador se prolonga en el de la planta superior, de similares características.


A esta segunda planta, que sólo existe en este lado del palacio, se accede por unas escaleras que presentan dos nichos con arcos gallonados antiguos. Los motivos originales sí abundan en este piso, destacando los arcos de la galería, con alfiz y albanegas decoradas; las alhanías; y la armadura de lima bordón decorada con motivos vegetales de varios colores.


El pórtico meridional atiende a las mismas características que el anterior, aunque los capiteles de las columnas son distintos. Los arcos fueron repuestos en época de Torres Balbás tras haber eliminado las entreplantas causantes de su desaparición.


La sala fue muy transformada a principios del siglo XVI como resultado de su adecuación al convento de clarisas, del que pasó a ser capilla. Se eliminaron las alhanías y, en su extremo, se levantó un espacio cuadrado de mayor altura, cubierto con armadura apeinazada octogonal que haría las veces de presbiterio, separado de la nave por un arco ojival.

Las crujías laterales estarían ocupadas por las estancias auxiliares y de menor importancia. Mientras que la occidental tiene una planta más irregular, la oriental se ajusta al esquema tradicional de la arquitectura doméstica nazarí. Conservan restos de pintura en los alfarjes, pero las armaduras de los pisos superiores se perdieron tras ser renovadas por Torres Balbás.
Maravilhoso post! Congratulations. Parabéns!
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Muito obrigado!
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Huy, está claro que tengo que volver a Granada más días.
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Clarísimo. Y yo acompañarte si puede ser, jejeje.
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